
Por: Néstor Zubeldía, sdb
nzubeldia@donbosco.org.ar
Me llamo Juan. Nací en lo que hoy es la región de Trento, en el norte de Italia, que en aquellos tiempos estaba bajo dominio del imperio austríaco. Cuando me hice salesiano, me ofrecí enseguida para las misiones en América. Ya hacía más de diez años que los misioneros de Don Bosco vivían y trabajaban aquí y se habían desperdigado por toda la Patagonia y hasta la Tierra del Fuego, las Malvinas y otras islas, incluso en lugares que todavía no figuraban en los mapas.
Monseñor Fagnano fue el jefe indiscutido de los salesianos en estas regiones australes durante más de veinte años. Un día podías verlo a caballo y otro al frente de la goleta María Auxiliadora, para poder recorrer una región tan extensa y original. Su cargo, pensado por Don Bosco a medida para él y confirmado por el Papa, era el de Prefecto Apostólico de la Patagonia Meridional y la Tierra del Fuego. Aunque tenía sede en Punta Arenas, sobre el estrecho de Magallanes, guiaba a la Iglesia en un territorio bajo jurisdicción de tres gobiernos distintos: el argentino, el chileno y el inglés. ¡Imagínense el equilibrio que debía hacer para eso! Gustoso trabajé a sus órdenes desde que desembarqué en América.
Mi especialidad fueron las construcciones. A esta altura puedo decir con enorme satisfacción y sin exagerar, que me tocó proyectar, dirigir y llevar a término la construcción de cinco colegios y más de veinte templos. Como todo salesiano, di clases en las escuelas, como sacerdote celebré los sacramentos, bauticé a los niños y atendí a los enfermos. Pero, además, hice de albañil, de carpintero, de arquitecto y de ingeniero. Y todo esto, desafiando a los vientos patagónicos, los frecuentes incendios, la carencia casi total de materiales y de medios de transporte. Eso sí, abundaban el entusiasmo, el coraje y una fe a toda prueba, que habíamos aprendido junto a Don Bosco.
Vivíamos casi aislados del mundo, sin internet ni celulares, pero aplicábamos en las construcciones las novedades que nos llegaban de Europa por los barcos que atracaban en el puerto de Punta Arenas. Con otros salesianos y con la ayuda de los lugareños, organizamos el aserradero de la Isla Dawson, para conseguir la madera imposible de obtener en Río Grande o en Río Gallegos. Con los diarios que traían las noticias de nuestras tierras de origen, forrábamos las construcciones y aislábamos del frío y del viento implacable. Con la ayuda de algunos migrantes croatas, armamos también los primeros hornos de ladrillos de la región, que daban mayor firmeza y seguridad a las construcciones.
Ahora mi sueño y mi desvelo es poder concluir la construcción del santuario de María Auxiliadora en Punta Arenas. Ni bien mi tarea de director del Liceo San José me lo permite, ya estoy subiéndome a los andamios o diseñando en mi escritorio los portones y los vitrales. ¡Qué grande y hermoso va a quedar!
Juan Bernabé nació en 1860 en la región de Trento. Con 27 años de edad llegó como misionero salesiano a la Patagonia austral. A su trabajo se debe la construcción de cinco colegios y de veintidós iglesias, en lo que hoy son las provincias argentinas de Santa Cruz y Tierra del Fuego y la región chilena de Magallanes. Murió en 1932, a los setenta y dos años, como consecuencia de la caída de un andamio en el santuario de María Auxiliadora de Punta Arenas.
BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – ABRIL 2025