La pérdida está, la solidaridad también

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La Familia Salesiana de Bahía Blanca, frente a la tragedia de las inundaciones.

Por Ezequiel Herrero y Valentina Costantino

boletin@donbosco.org.ar

Hace aproximadamente un mes el país se vio conmovido por la catástrofe climática que afectó a la ciudad de Bahía Blanca. El 5 de marzo el Servicio Meteorológico Nacional emitió una ‘alerta amarilla’ ante la intensidad de tormentas. Al día siguiente se convirtió en ‘alerta naranja’, y se mantuvo en ese nivel hasta la madrugada del 7, cuando finalmente se decretó ‘alerta roja’.

En la ciudad de Bahía Blanca se emplazan cuatro Casas Salesianas –Casa Emaús, Don Bosco, La Piedad y la Casa Salesiana de Educación Superior integrada por la Universidad Salesiana y Instituto Superior Juan XXIII– y cuatro Casas de las Hijas de María Auxiliadora –Laura Vicuña, Madre Mazzarello, Marina Coppa Sagrado Corazón y Colegio María Auxiliadora–. Y entre los miles de afectados por el temporal y las inundaciones, se encuentran nuestros docentes, alumnos y familias, quienes incluso ante las pérdidas personales, se prestaron a la solidaridad y se pusieron a disposición de sus familiares, amigos, compañeros de trabajo y vecinos.

Lo habitual se vuelve incertidumbre

Adrián Mandará, director de la Casa Salesiana de Educación Superior, explica que “la ciudad fue desbordada por el agua, como si alguien hubiera corrido de golpe los límites de lo posible. Ya no había distinción entre adentro y afuera: calles, hogares, escuelas, hospitales… Todo quedó cubierto por una misma marea de agua, barro, viento y desolación”. Como si la pérdida “material” no fuese suficiente, Adrián explica que fue mucho más que eso, que además “se desdibujaron recorridos cotidianos, se interrumpieron trabajos, se suspendieron planes, se apagaron rutinas y proyecciones. Lo que era supuestamente habitual y confiable —el hogar, el transporte, la luz, el agua, el teléfono, los encuentros— se volvió incertidumbre”.

Al recordar aquellos días, el director de la Casa Salesiana La Piedad, Diego Fonseca, describe “aludes de barro y agua bajaban de la zona alta, mientras desbordaron el arroyo Napostá y su canal derivador Maldonado que atraviesa la ciudad. De repente, la ciudad se llenó de barro y agua. La mayoría de los puentes, que unen varios barrios de la ciudad, colapsaron. A medida que pasaban las horas, y la gente limpiaba sus hogares, montañas de barro, mobiliario, ropa, electrodomésticos, comenzaron a apilarse por las calles”.

Hijos e hijas de Don Bosco

Como hijos e hijas de Don Bosco, los momentos más difíciles y los lugares de mayor necesidad, nos llaman a prestar servicio y a abrirnos a la solidaridad de nuestros hermanos y hermanas.

La hermana Silvia Boullosa, Inspectora de las Hijas de María Auxiliadora en Argentina, destacó la inmediata asistencia y solidaridad que se puso en marcha en todo el país: “rápidamente se organizó una red solidarias de las comunidades de la Inspectoría que colaboraron con las familias damnificadas”. Además la hermana Silvia quiso destacar, en la carta enviada a todas las comunidades, el trabajo y compromiso de los propios jóvenes alumnos, exalumnos y personal, quienes se unieron para sacar agua del colegio y para cocinar, preparando vianda de comida para quienes se vieron más afectados.

La Familia Salesiana cuenta en Bahía Blanca con una red de trabajo creada desde hace años, con merenderos, comedores, centros comunitarios, que hizo más sencilla y efectiva la tarea de asistencia y distribución de las donaciones.

Por su parte días después de la catástrofe, el director de la Casa Salesiana Emaús y vicerrector de la Universidad Salesiana Argentina, el padre Guillermo “Willy” Tanos, compartió un mensaje sobre la realidad de la Familia Salesiana de Bahía Blanca: “Nos encontramos acompañando y compartiendo el dolor de nuestro pueblo, golpeado por una tragedia que ha dejado secuelas profundas”. Además desde el mismo día de la inundación las diferentes comunidades con presencia en el territorio comenzaron con varias ollas populares en distintos barrios de la parroquia Don Bosco-La Piedad. La respuesta de la gente, sobre todo de los jóvenes voluntarios de las obras salesianas fue enorme.

Como Familia Salesiana, el trabajo en red es parte de nuestra tarea cotidiana. Y esta vez, se vio más reflejado más que nunca en la cercanía entre las distintas comunidades.

Fue muy fuerte el dolor por lo vivido y lo perdido, pero también fue muy fuerte el gran movimiento solidario que se desató en toda la ciudad, reforzado por el aliento y la impresionante cantidad de ayuda recibida desde todos los puntos del país”, expresa Diego. Y si bien es un desafío distribuir las donaciones hacia dónde más la necesitan, los salesianos cuentan con una red de trabajo creada desde hace años, con merenderos, comedores, centros comunitarios, que hace más sencilla esta tarea. Los espacios barriales ayudaron a canalizar lo recibido, y los Oratorios –Esperanza, Tierras de Don Bosco, Taller de Soñadores– fueron fundamentales para la organización.

Adrián coincide en que “el trabajo articulado entre directivos, docentes, estudiantes, referentes comunitarios, voluntarios y miembros de la Casa Salesiana permitió llevar adelante una entrega ordenada, evitando superposiciones y asegurando que los recursos llegaran donde realmente hacían falta”. Colchones, camas, chapas, alimentos no perecederos, ropa, frazadas, artículos de higiene, útiles escolares y agua potable: la respuesta solidaria fue inmediata y masiva. 

“Nos sentimos orgullosos y agradecidos por la solidaridad y el compromiso de tantos jóvenes de nuestras obras”, comparte el padre Willy.

Por otro lado, también se prepararon viandas en la Capilla San Dionisio y en el club El Danubio. Ambos espacios además se constituyeron en puntos de acopio y distribución. Allí, se recibieron camiones para la entrega masiva de colchones. El centro de exalumnos de La Piedad, el Gimnasio del Colegio Don Bosco y el Gimnasio de La Piedad –el cual se cedió al municipio– también se constituyeron como puntos de acopio y distribución.

Siempre la esperanza

Donaciones provenientes desde todas partes del país, jóvenes poniendo el cuerpo y alma, voluntarios de todas las edades brindando su tiempo y energía por y para otros. Hay algo en este servicio que va mucho más allá de dar respuesta solamente a las primeras necesidades: “no sólo se buscó cubrir necesidades materiales, sino también acercar un gesto concreto de humanidad y contención”, explica Adrián.

Silvia agrega que si bien los habitantes de la ciudad han quedado en shock, “se despiertan la resiliencia y la esperanza gracias a la mayor correntada de solidaridad que se da en los pobladores”.

“Argentina sostuvo, una vez más, con una generosidad única, la urgencia de quienes más lo necesitaban”, concluye Adrián.

Nos sentimos orgullosos y agradecidos por la solidaridad y el compromiso de tantos jóvenes de nuestras obras”, comparte el padre Willy y añade que “ellos han sido los primeros en salir al encuentro de los más necesitados, llevando no solo un plato caliente, sino también cercanía y esperanza a los rincones más devastados. Estamos con dolor por la tristeza de nuestro pueblo bahiense, pero muy esperanzado en la fe y en la misión salesiana”. Hace 150 años llegaban al país los primeros misioneros salesianos, con la esperanza de que el Evangelio se extendiera hasta las tierras más lejanas y llegara a cada niño, niña, joven y adulto. La respuesta de la gente frente a catástrofes como la ocurrida en Bahía Blanca, dan cuenta de que lo lograron. “Argentina sostuvo, una vez más, con una generosidad única, la urgencia de quienes más lo necesitaban, concluye Adrián.

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