Gestos, mensajes, cartas y saludos: distintas formas de caminar junto a la Familia Salesiana.

Por: Ezequiel Herrero y Valentina Costantino
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Sintetizar en pocas líneas el cariño entre la Familia Salesiana y el Papa Francisco es poco saludable. En gran cantidad de oportunidades fuimos testigos de gestos y palabras de cercanía y afecto particular expresadas mutuamente.
Es por demás conocido que la relación de Francisco –por aquel entonces Jorge Bergoglio– con los salesianos comenzó a los pocos días de su nacimiento, cuando su familia decidió bautizarlo en la Basílica de San Carlos y María Auxiliadora, en el barrio porteño de Almagro. Tiempo después se produjo su paso por el colegio Wilfrid Barón de los Santos Ángeles, en Ramos Mejía. De aquellos años Francisco recordaría: “Los Salesianos me han formado en la belleza, el trabajo y en el estar muy alegre”. Años más tarde, se acercará frecuentemente al lugar donde fuera bautizado para encomendarse a la Virgen y siendo Arzobispo de Buenos Aires tratará de no faltar cada 24 de mayo a oficiar misa en la casa de la Auxiliadora.

Ya como Papa, Francisco ha tenido siempre palabras de mucho aprecio por la figura de Don Bosco, sobre quien recordó que “No se cerró en su sacristía. Él salió a las calles a buscar a los jóvenes con esa creatividad que ha sido la característica de él”. Y al referirse a los primeros salesianos que llegaron a Argentina dijo: “No fueron al barrio más importante, fueron a La Boca, donde estaban los comunistas, los anarquistas, los que iban contra los curas. Eran personas piadosas, alegres y trabajadoras”.
Pero el reconocimiento de Francisco no se limitó sólo a palabras bonitas, sino que se tradujo en gestos concretos. La canonización de Artémides Zatti, o su cercanía durante los festejos por el bicentenario del nacimiento de Don Bosco, o la designación de don Ángel Fernández Artime como Cardenal, o la visita a las casas salesianas en sus viajes apostólicos. Y si de visitas hablamos, Francisco apareció sorpresivamente durante el Capítulo General XXIV de las Hijas de María Auxiliadora junto a la Madre Yvonne Reungoat, a quien luego nombraría Miembro del Dicasterio para los Obispos. Ser “mujeres de esperanza” fue el llamamiento del Papa: “Vosotras lo hacéis a partir de su identidad salesiana: la escucha, la presencia activa, el amor a los jóvenes” Y más adelante en esa misma oportunidad les recordaba que nuestro carisma no es una reliquia embalsamada, sino una realidad viva: “Es la vida la que crea y avanza, no una pieza de museo. La gran responsabilidad es, pues, colaborar con la creatividad del Espíritu Santo, para revisitar el carisma y hacer que exprese su vitalidad hoy”.
Para concluir es significativo rescatar el mensaje que Francisco dirigió a los salesianos reunidos en el Capítulo General XXVIII: “Sueñen casas abiertas, fecundas y evangelizadoras capaces de permitirle al Señor mostrar a tantos jóvenes su amor incondicional. Sueñen… y no sólo por ustedes y por el bien de la Congregación, sino por todos esos jóvenes privados de la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, privados de una comunidad de fe que los contenga, de un horizonte de sentido y de vida. ¡Sueñen… y hagan soñar!” Y hace pocos días culminando el Capítulo General XXIX expresó a través de una carta: “Les agradezco por todo el bien que realizan en el mundo entero y los animo a continuar con perseverancia”.
Francisco tal como nos pediste y fieles a Don Bosco vamos a seguir soñando.
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